Crónica del concierto de Interpol en Madrid (La Riviera)

Por Ana Rguez. Borrego 0

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Los lunes son días en los que no apetece ir de concierto. Al día siguiente hay que madrugar, y al otro, hay que abandonar la silla en la que tantas horas pasamos sentados… Pero, ¡ah!, es que el concierto es el de Interpol. ¿Cómo resistirse? Echando la cuenta, la última vez que los vimos en Madrid fue en el DCODE 2017, celebrando el 15º aniversario de Turn on the Bright Lights (2002).

Por si fuera poco, la gira de presentación de su nuevo disco se planteaba como algo importante, porque los de Nueva York no se limitaban a Madrid, Barcelona y alguna otra ciudad. En absoluto. Siete ciudades, en las que apostaban por algo más cercano, aunque fueran grandes salas como la Razzmatazz o la París 15 de Málaga. De hecho, visto que en Madrid había dos fechas en La Riviera te hacía pensar si no podrían haber optado por el Palacio de los Deportes. Pero claro, no hubiera sido lo mismo, porque el gran problema de esos conciertos es que al final los ves en las pantallas que hay en los laterales. En cierto modo, te distancias de las sensaciones pretendidas del artista y te llegas a plantear qué diferencia hay de verlos así o en el televisor de tu casa.

Water From Your EyesQuizás en un recinto así Water From Your Eyes se hubieran difuminado en el ingrato papel de teloneros. Porque su propuesta no es fácil. Escuchas la voz de Rachel Brown y la guitarra de Nate Amos y te cuesta imaginarte de dónde surge todo aquello que escuchas. Distorsiones y repeticiones que evitan ser previsibles, que juegan entre lo analógico y lo sintético, que llevan al pop entre la experimentación y lo más puramente artístico. Que vuelvan otra vez a girar por España, en salas más íntimas: merecería la pena ver de cerca cómo surge todo aquello, e incluso responder a una Rachel que intentaba entablar alguna conversación con el público.

Cuando La Riviera ya estaba prácticamente llena y el público se inquietaba porque ya no parecía haber movimientos de cambio en el escenario, Interpol se hizo dueño de la escena con uno de los temas nuevos de The Other Side of Make-Believe (2022), “Toni”. La gente vibraba, porque ya estaban allí, pero aquello no fue nada en comparación con lo que pasó al sonar “Evil”. Vítores, coros en el estribillo, y por supuesto, miles de teléfonos en alto. Porque yo me puedo quejar de las pantallas de los grandes conciertos, pero parece que ya no sabemos disfrutar de las cosas si no es a través de las imágenes de un cristal. Daba igual que la media de edad de los asistentes se aproximara a los cuarenta.

Interpol conciertoAquella situación se repetía cada dos, tres canciones, porque Interpol sabe perfectamente cómo articular el setlist de su concierto. Los temas nuevos no han terminado de calar (la novedad, es lo que tiene) y el sosiego de canciones como “My Desire” no tenían nada que hacer con esos clásicos indispensables: “C’Mere”, “Rest My Chemistry”, “If You Really Love Nothing”, “Roland”… y el vibrante cierre antes de los bises que fue “Slow Hands”. Sin embargo, no se les puede dar la etiqueta de conciertazo. Fue un concierto casi perfecto en la ejecución, en el que Paul Banks resultaba algo frío en la interpretación y la tarola de Sam Fogarino estaba desmedida en ocasiones. Cuando el público se desaforaba cantando en los estribillos, apenas era imperceptible aquella sensación, pero en los instantes más densos y lentos, corrías el peligro de desconectarte de lo que estaba pasando sobre el escenario.

“Lights”, “No I in Threesome” y “Not Even Jail” cerraron el concierto de Interpol en forma de bises. Algo mejoró, quizás porque se les contagió la emoción de los que allí estaban. Banks le dio cierto cariño a estos últimos tema, Fogarino se sosegó (quizás influyó el uso de la batería electrónica), e incluso la discreción de Daniel Kessler se llenó de sonrisas para el público. Una pena que aquello durara tan poco porque las luces se encendieron y las múltiples puertas de La Riviera se abrieron.

Dicho todo esto, ¿volveremos a un concierto de Interpol? Por supuesto: la brillantez de sus temas, de un sonido que se identifica desde los primeros acordes gana por amplia diferencia a un día que no fue perfecto.

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Fotografías de Sergio Albert

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